Escrito por Jesús Sánchez Saborido
Más de 1000 menores sufren acoso escolar en España cada año. Son unos datos realmente desalentadores, teniendo en cuenta que solo una de cada tres víctimas se atreve a denunciar su situación. El nuevo paradigma de las redes sociales afecta también a nuestros jóvenes, que ven en internet una nueva forma de confraternizar. Hoy en día las relaciones no solo se dan en el ámbito propio de la escuela. Las llamadas TICs han conseguido que los seres humanos estemos conectados las veinticuatro horas del día y, por ende, también nuestros pequeños. Por lo tanto, cabe preguntarse, ¿este nuevo escenario permite el auge del temido ciberacoso en nuestras aulas? ¿El anonimato en las redes juega un papel importante?
El surgimiento de Internet y, como consecuencia, de las Redes Sociales han abierto un mundo de posibilidades a todos los seres humanos y, en especial, a los más jóvenes. Estos crecen y se educan con las nuevas tecnologías a su alrededor, por lo que se normaliza en su día a día. El progreso ha permitido que el modo de enseñanza en las aulas se haga diferente. Hoy en día, en países como Finlandia, los niños aprenden caligrafía a través de pantallas táctiles. Es un avance que les ayuda en su futuro que está totalmente informatizado y además no contribuye con la deforestación. La eficacia de un ordenador, tableta o teléfono es indudable, pero también el uso con razonamiento es imprescindible. La gran desventaja de todo esto es que, la posibilidad de que cada niño tenga en su poder un smartphone, aumenta el acoso a niveles superiores al pasado. Las Redes Sociales le han dado el poder al acosador de maltratar a su víctima sin necesidad de tenerlo en frente. Es una persecución que se sale de los límites de las aulas o el recreo.
Es un problema muy recurrente en nuestra sociedad que afecta a muchas familias, por lo tanto, es primordial hablar sobre la identidad digital. Es un concepto importante, puesto que muchos de estos acosadores se amparan en el anonimato para poder perpetrar sus fechorías, sabiendo que sus malos actos no tendrán consecuencia por la falta de datos reales. Es un aprendizaje que, tanto padres como educadores, deben enseñar a nuestros pequeños, porque sus consecuencias son nefastas. Desde pequeños intentamos que los niños sociabilicen y, con la aparición de internet, se da cada vez más un proceso de cibersocialización. Este proceso debe cuidarse de manera importante puesto que la vida online que lleve el menor debe ser igual que la vida real. De manera que este debe entender que sus actos tienen consecuencias, aunque su vida online no tenga nada que ver con la real. Esto puede ser por la falsa ilusión, las altas expectativas o, más comúnmente, por el anonimato.
El ciberbullying incluye un espectro de vejaciones muy grandes como pueden ser la provocación, denigración, violación de la intimidad, amenazas o incluso suplantación de la identidad. Unos riesgos que se incrementan por la facilidad que internet ofrece a los jóvenes que no ven que sus actos puedan tener consecuencias. Son aspectos significativos que están a primera orden del día tanto en profesores como en padres. Es una preocupación existente en familias con hijos que se sitúan entre los 5 y los 11 años. No obstante, la media de edad de niños que sufren acoso es de 12 años.
Según los estudios, aproximadamente el 80% de los adolescentes de doce años pertenecen a una red social. Por lo tanto, cuando en el aula se da un caso de acoso escolar, las nuevas tecnologías van a permitir que ese acoso continúe de forma reiterada a través de SMS, mensajes con fotos, correos electrónicos, etc. En ocasiones, puede ser algo tan insignificante como no dejar entrar a alguien en un grupo de whatsapp. Esto provoca que el menor se aísle y esté expuesto a humillaciones que luego se darán tanto en el centro como a través de internet. Según la fundación ANAR (Asociación de ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo), el 10% de las víctimas de ciberbullying se autolesionan e incluso intentan suicidarse. Es una medida de autorregulación emocional que realizan nuestros menores. Dicho de otra forma, intentan sacar todo el malestar que tienen debido al acoso producido casi las veinticuatro horas del día por culpa de internet.
En el ciberacoso se representan quién ejerce el maltrato sobre quién. Aparecen, por lo tanto, procesos sociales, cognitivos y emocionales que afectan a ambos bandos. Además, existe un contexto en el que sucede este acoso que también afecta a los individuos de manera personal, grupal e interpersonal. Muchas investigaciones concluyen que uno de los motivos del fracaso escolar es debido al bullying que reciben los menores que, con muchas probabilidades, acaba también en ciberbullying. A este tipo de fracaso también hay que sumarle un fracaso personal debido a la integración social, la búsqueda de un empleo digno o la frustración del incumplimiento de sus expectativas de futuro.
Como reflexión, es interesante plantearse qué motiva a un niño a esconderse tras la máscara de internet para maltratar a otro psicológicamente. Hay que hacer una valoración y poner el contexto la situación de cada menor para poder ponerle soluciones a todos esos problemas. ¿Debemos dejar que nuestros hijos hagan uso de las nuevas tecnologías? Rotundamente sí, pero hay que actuar con cabeza. Hay que enseñar unos valores de sociabilización tanto dentro como fuera de las aulas. Hay que conseguir una estabilidad emocional que invite a la inclusión social y no al rechazo.
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