Escrito por Elena Caraballo
La frustración es el sentimiento de insatisfacción que surge cuando la consecución de nuestros deseos u objetivos se ve bloqueada o imposibilitada. Reaccionamos mostrando molestia, ansiedad, angustia, depresión y/o enfado con más o menos intensidad.
Manejar adecuadamente la frustración significa tener la capacidad de aceptar el evento y los sentimientos provocados por el mismo, al mismo tiempo que se mantiene una actitud activa y optimista, sin desvalorizarnos.
¿Qué es tener una baja tolerancia a la frustración?
Las personas con baja tolerancia a la frustración se frustran muy fácilmente y son incapaces de tolerar el malestar a corto plazo necesario para conseguir objetivos a largo plazo.
Cuando se tiene baja tolerancia a la frustración, se le añade un significado aún más negativo a la situación frustrante.
Las personas con alta tolerancia a la frustración tienden a ser más flexibles, lógicas, racionales y tranquilas, así como menos propensos a sufrir problemas de salud mental. También son menos propensos a postergar tareas y tratarán de resolver los problemas como una prioridad.
Es en la infancia cuando se aprende a tolerar la frustración. Por eso es importante que sepamos cómo educar a los hijos en este aspecto.
Cuando los niños son muy pequeños poseen un pensamiento “egocéntrico”, es decir, piensan que el mundo gira en torno a ellos y que todos piensan y ven las cosas como ellos. Los niños carecen de la habilidad cognitiva de ponerse en el lugar de otra persona hasta los 4 o 5 años. Por esta razón, cuando se les niega algo o se les pone límites, ellos lo viven como algo injusto y terrible. No entienden que tengan, por ejemplo, que esperar, que compartir o que no puedan hacer algo por consideración con los demás.
Si los padres o educadores, le dan siempre al niño lo que pide, entonces el niño no aprenderá a aguantar las molestias ni a gestionar las emociones que le provoca la espera o la negación de sus deseos. Este problema se mantendrá hasta la edad adulta: el adulto seguirá sintiéndose mal ante cualquier límite o impedimento de sus objetivos y sentirá la necesidad de eliminar inmediatamente dicho malestar, llevándolo a la desmotivación y al abandono de sus metas y proyectos.
Son los padres los encargados de hacer entender a los hijos que no son omnipotentes y que las cosas van independientemente de nuestra voluntad.
En otras ocasiones, los padres son los que intentan evitar al niño todas las situaciones de malestar e insatisfacción. En este caso, el niño con todos sus deseos satisfechos pierde la oportunidad de entrenarse en el manejo de la frustración y en situaciones futuras, donde no estén los papás para salvarlo, la mínima experiencia frustrante lo hará sentirse desbordado.
Otras veces le transmitimos erróneamente a los hijos creencias como “Si uno hace todo perfectamente o si se esfuerza mucho, conseguirá todo lo que desee” o “Si uno aguanta todo o complace al otro siempre, la otra persona no me frustrará”. Estas creencias terminan convirtiéndose en patrones de vida y de relación que mantienen la ilusión de evitar las frustraciones. Es bueno transmitir valores como la ambición, la superación personal, el inconformismo, etc. Pero, igualmente, debemos enseñarles que la vida puede ser complicada, estar llena de obstáculos y que existen cosas que escapan a nuestro control.
Expresiones indicativas de una baja tolerancia a la frustración:
- Frases de rechazo (“no quiero”)
- Frases de punición (culpar a otros o a una situación por la frustración)
- Frases de angustia o palabras catastróficas (“es insoportable”, “es demasiado”, “no lo puedo soportar”, “no lo puedo hacer”)
- Frases demandantes (“no es justo”, “no debería”)
- Frases intolerantes (“no puedo soportarlo”)
- Frases a uno mismo (“me odio”).
Algunos ejemplos de señales de niños con baja tolerancia a la frustración:
- Rehusarse a tomar responsabilidades
- Soñar despiertos
- Lloriquear y quejarse, discutir y ser quisquilloso
- Mentir para cubrir los errores
- Focalizar la atención en el hecho de que las cosas no son “justas y correctas” y pedir que se eliminen o se terminen
- Violencia
- Culpar a los demás
- Renunciar o abandonar tareas
- Procrastinar, es decir, dejar las cosas para el último momento
¿Qué hacer para mejorar la tolerancia a la frustración?
Más arriba veíamos que procrastinar es una de las señales de baja tolerancia a la frustración. Esto se debe a que el mecanismo principal de la procrastinación es eludir la molestia y la frustración de una tarea que no nos gusta o no se nos da bien.
Para disminuir la procrastinación, se pueden utilizar técnicas como las siguientes:
1. Entrenamiento metacognitivo: Se guía a los niños para que establezcan metas y planes para desarrollar la tolerancia a la frustración. Por ejemplo: dividir una tarea en pequeñas partes (logradas por separado) para poder lograr la tarea al completo.
2. Técnica de la lista: esta técnica ayuda a la autorregulación. Los niños realizan una lista de objetivos alcanzables en orden jerárquico y deben perseguir los objetivos uno por uno.
3. El sistema de los 5 minutos: Los niños tienen que estar de acuerdo en trabajar durante 5 minutos en una tarea frustrante, terminando los 5 minutos pueden decidir si continúan o dejan la tarea. Normalmente, cuando el patrón de una inercia negativa se rompe, los niños tienden a querer continuar la tarea frustrante. Esta técnica también permite que el niño sea expuesto a la frustración bajo unas condiciones controladas y así, que puede aprender que la tensión y la frustración son soportables.
La frustración es parte de la vida. No podemos evitarla, pero sí podemos aprender a manejarla y a superarla.
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